domingo, julio 05, 2015

MI VERSIÓN DE LA FELICIDAD: La metáfora de la montaña

     Imagina que eres un alpinista, un alpinista profesional, uno que ha escalado casi todos los picos del mundo, uno que ha construido una vida, uno que ha alcanzado una posición alrededor del hecho de ser alpinista, uno que a armado una familia y juega su rol en la sociedad como cualquier otra persona. Escalar sería una parte muy importante de tu vida, sería algo que te definiría bastante, sería en pocas palabras…quien tú eres, tal vez cayendo en el error de pensar; “somos lo que hacemos”, pero la cosa no queda ahí.

     Ahora imagina que estas en un país nuevo, uno que nunca habías visitado, en una ciudad nueva, una de la que nunca habías oído; con todas sus calles, todos sus atractivos…con todas sus montañas. Y un día de paseo por esta ciudad nueva, te quedas pasmado ante la imagen de la montaña local, una visión, una maravilla natural; un espécimen digno de escalarse. ¿Qué harías?

     Bueno, planteado el contexto viene la explicación: Para mí, el preámbulo a la felicidad es; que siendo ese alpinista y habiéndote encontrado esa montaña, quieras escalarla. Obviamente eso haces, eso deseas…eso eres. Nada en el mundo podrá quitar esa idea tuya de hacer lo que mejor sabes, nada en el mundo aplacará ese deseo. Ojo, dije “el preámbulo a la felicidad”.

     Entonces, dado el preámbulo: ¿Qué siempre es la felicidad?...pues bueno, la felicidad es…escalar esa condenada montaña y alcanzar la cima. Con todo y problemas: planificación inicial, fallo de planes, adhesiones de propios y extraños para enfrentar dicha empresa, deserción de dichos propios y extraños, dinero invertido, lágrimas y sudor derramados, tentaciones con rendirse y demás características de toda aventura humana. Hasta ahí todo bien y acorde a la idea popular sobre la felicidad que inspiró estas palabras.

     De dejar todo acá, nadie le daría muchas vueltas al asunto y seguro pensarían: “Me gustó porque es cierto” o alguna otra frase aprendida en Los Simpsons u otra serie dicharachera. Pero la cosa no queda ahí…es más; acá es donde yo meto mi cuchara.

     Todos podrían estar de acuerdo hasta ahí con el concepto de felicidad: “Subí la maldita montaña…mierda que rico, que puto, que pro”, y de ahí pare de contar. Pero lo que digo después es: ¿te piensas quedar en esa cima toda la maldita vida? ¿PUEDES quedarte en esa cima toda la maldita vida?...la respuesta es que NO. Eventualmente tendrás que bajar, no porque te obliguen, no porque sea necesario, ni siquiera porque te canses o tu vida peligre. Tendrás que bajar porque tu vida antes de la montaña tenía un cauce, una rutina, un rol que cumplir; y bien sabemos que la hermana montaña no era parte de dicho cauce, rutina o rol.

     ¿Qué implica entonces bajar de la montaña?, pues simple: renunciar a tu momento de felicidad. Así de simple, así de claro. Ahora bien, no trato de decir que bajar de dicha montaña tiene que ser un drama o un trauma en tu tierna vida, para nada. Lastimosamente, para muchas personas si lo es, y dichas personas luchan, batallan, ladran, lloran, escupen, patalean…por quedarse en la cima. Así pues, encontrar, alcanzar o llegar a la felicidad involucra, tal vez con el tiempo, la posibilidad de dejarla ir. Eso está muy bien, para un ser racional, concreto y consecuente…lo cual no somos. De esta manera es que alcanzar la felicidad en nuestra condición de amenos humanos, implica la infelicidad posterior.

     Y ahora mi punto con respecto a todo esto: no creo en la felicidad por la razón que describo en estas líneas. Yo creo en la TRANQUILIDAD. La tranquilidad para afrontar todo lo que venga con la certeza de no perderse del camino o buscar un rol que no te pertenece o que simplemente no es para ti. La tranquilidad de ser tú mismo sin ataduras de ningún tipo y sin presiones externas a tus propios motivos. La tranquilidad de saber que al único ser al que le debes una pregunta o una respuesta…es a ti mismo.

     Pero obviamente, y terminando la metáfora, uno podría preguntarse: ¿entonces, qué sería la tranquilidad? La tranquilidad sería pues, dado que ya tienes una vida digamos plena y bien encausada; pasarse de largo de la hermana montaña, y seguir con tu tierna vida.